29 oct 2017

El día que me multipliqué


Pensé que no volvería a escribir en este espacio. No es porque no tenga nada que decir, todo lo contrario, pero un mundo hiper comunicado y lleno de estímulos desde todas las direcciones, uno tiene que elegir sus prioridades y eso he hecho. He aquí uno de los resultados de priorizar actividades. Pero no he venido a hablar de mi libro (aunque legítimamente podría). Mi intención es describir un capitulo clave en mis aventuras insulares: el día que me convertí en dos ciudadanos en vez de uno, jurando lealtad a la reina del Imperio y a todos sus herederos.

En efecto amigos, desde el 25 de octubre del 2017 soy ciudadano británico y español a la vez. Una aportación más a la diversidad, una patada a una patria única y verdadera y "más mejor" tan de moda en estos tiempos oscuros iluminados con destellos de luz, como una noche con luciérnagas.

Las cartas que había recibido desde que decidí seguir el oneroso proceso de duplicarme habían sido de tinte burocrático, secas y frías. Señalaban horarios y procesos que debía cumplir y me advertian de lo que podría ocurrir si hacia algo fuera de plazo o si no enviaba o traía la documentación adecuada. Sin embargo, todo cambió cuando crucé el umbral del edificio del gobierno regional donde me disponía a recibir el certificado de naturalización. Me recibió una sonriente funcionaria rubia de pelo ahuecado asignándome el número 11 y me informó de que íbamos a empezar tarde ya que aún no se habían registrado todos los que tenían que venir. Entré en la sala en cuestión, que era el parlamento regional de Cambridgeshire, y me senté en mi asiento asignado con mi número.

Una vez todos sentados en la sala, desde el primer momento el lenguaje estaba premeditado y se referían a nosotros como "nuevos ciudadanos" (puede que con la intención de hacernos un cumplido...un poco inquietante para ser sinceros). 
Vista desde mi asiento minutos antes de duplicarme
Nos explicaron dónde estábamos y el hecho de que solo los parlamentarios regionales estaban autorizados a usar este espacio, como queriendo convencernos de que nos concedían un privilegio especial. Antes de empezar, como en todo buen evento británico, nos explicaron, lo que iba a pasar, en qué orden y nos señalaron las salidas de emergencia. Después, nos pusimos de pie para recibir a dos "dignatarios" que se encargarían de darnos el certificado de ciudadanía. Eran un represéntante de la comunidad de Cambridge y una representante de la corona. El  primero, lanzo un discurso de bienvenida en nombre de la comunidad, promoviendo el respeto mutuo y la diversidad. La segunda sonreía exageradamente esperando su momento.

La funcionaria, después de darnos la bienvenida y una lista de felicitaciones, se tomó la molestia de nombrar una a una las nacionalidades de los sobre veinte asistentes: chinos, griegos, italianos, australianos, estadounidenses, costarricenses, alemanes, indios, jamaicanos, canadienses. Después leyó un texto sobre el origen de la ciudadanía y lo que significaba ser ciudadano británico, enfatizó la importancia de la diversidad cultural, del papel de gente de todos los orígenes y culturas en la gloria británica. Un simple repaso histórico mental desde las colonias hasta el Brexit hizo temblar mis manos y casi desfallezco. Recordé que en Cambridge el 74% de los votantes dijeron que no al Brexit y que tal vez los discursos fueran diferentes en cada región, rememoré la fragilidad de ese referéndum al límite, los referéndums que nunca lo fueron, sin nota de corte ni mínimos requerimientos ni garantías para todos, pensé en un gobierno estático y sin imaginación frente a una minoría radicalizada y manipuladora...mis rodillas flaquearon y mis ojos se llenaron de lágrimas que no derramé. El momento de debilidad pasó y llegó la hora de los juramentos. Nos hicieron a cada uno de nosotros decir nuestro hombre frente a la concurrencia y después todos en voz alta y a la vez repetimos el juramento (lo siento no puedo revelarlo, es un juramento secreto, pero voy a mirar a otro lado cuando hagan click AQUI). Después, la representante de la corona leyó otro discurso explicándonos el significado lo que acabábamos de jurar, recordándonos nuestros derechos y obligaciones por ser conversos. Acto seguido entrega de certificado por los dignatarios a cada uno de nosotros, que incluía también un sobre con folletos informativos y una funda protectora para nuestro nuevo pasaporte. Decían nuestro nombre y país de origen en alto y después de entregarnos el certificado nos sacaban una foto (por la que te clavaban 18 libras que yo no pague). Y para acabar la velada el final feliz: todos juntos cantando el himno de nuestra nueva patria.

Al acabar el acto despiporre británico: Todos sacándose fotos personales con la foto de la reina, los funcionarios y dignatarios y los funcionarios sacando fotos a la gente con dignatarios, vamos una orgia fotográfica. 
Mi felicidad nada mas acabar la ceremonia.
Notese un ligero cambio en mi estado
La guinda del pastel fue una invitación a tomar té con galletas al más puro estilo local y a la que la gran mayoría se apuntaron, incluidos los dignatarios y funcionarios y el que escribe hoy.

En fin, un día feliz, un buen rollo y solemnidad mezclada con informalidad. Personalmente me pareció divertida y bien pensada, pero yo suelo ser un optimista. Para llegar a este día tuve que solicitar residencia permanente en la isla. Sin duda el proceso más doloroso. Formulario de 85 páginas, detalles de todo tipo sobre tu vida en los últimos cinco años incluido todos los viajes y fechas de entrada y de salida del Reino Unido, examen sobre la cultura e historia británicas y prueba de inglés (en mi caso me valió con haber hecho un máster en la isla). Seis meses después me dieron la residencia con carácter retrospectivo. A continuación, solicité de naturalización que fue un proceso poco doloroso pero muy caro (unas 1200 libras). Pagué 80 libras por un servicio de validación documental por parte del gobierno que me permitió, a través de una cita cara a cara con un funcionario, no solo asegurarme que mi solicitud fuera burocráticamente impecable sino conservar todos mis documentos originales mientras esperaba el veredicto.

Cuatro meses después fui invitado a la ceremonia que he relatado. En total 1500 libras de inversión. ¿Dinero bien invertido? Solo el tiempo lo dirá. Emocionalmente lo está. No solo este país me lo ha dado todo en nueve años, sino que vuelvo al pasado. Un pasado de antepasados ingleses que se remonta al siglo XIII. Me siento más diverso, más culturalmente impuro y mezclado, me siento bien, me siento ciudadano del mundo.